¿Por qué Versace? Un asesino en serie y un ícono de la moda, el crimen en Miami Beach que conmovió al mundo
Un ícono de la moda internacional muerto a tiros en pleno día en la calle más famosa de Miami Beach. Un estrafalario psicópata en una racha de asesinatos esparcidos por todo el país. Una gigantesca cacería humana, marcada por las oportunidades perdidas.
El asesinato de Gianni Versace –en una mañana perfecta como una tarjeta postal, de la cual se cumplen 20 años este sábado– nunca fue un misterio en lo que se refiere a quién lo cometió. En cuestión de horas, la policía sabía que un asesino en serie llamado Andrew Cunanan había disparado dos balazos a la cabeza del diseñador a la entrada de su elegante mansión frente al mar, heridas mortales que mancharon de rojo los escalones de piedra coralina del portón.
Pero la búsqueda sin parar del asesino durante nueve días estremeció y conmovió al sur de la Florida más que ningún otro asesinato en las dos décadas transcurridas desde entonces. Era una época anterior a Twitter, pero los rumores y los falsos avistamientos se propagaron a la velocidad de los medios sociales de Internet, sobre todo en los clubes de baile gays que se sabía que Cunanan frecuentaba.
Fue un crimen cuyos ecos resuenan todavía. “Para muchas personas, eso constituyó el epitome de Miami Beach. Fue la confluencia de la celebridad, de un asesino itinerante o relámpago de dudoso origen, de algunos errores por parte de la policía. Tiene algo para todo el mundo”, dijo el ex fiscal principal de homicidio de Miami-Dade Michael Band, quien trabajó en el caso. “Y Versace sigue viviendo: a su marca le ha ido muy bien. La gente reconoce el nombre”.
Casi todos los días, turistas posan para fotos frente a la mansión de Versace, a veces tendidos sobre los escalones en morbosa recreación del crimen. En los últimos meses, a medida que se acerca el aniversario, ha habido además una serie de retrospectivas noticiosas, además de un drama policial que se está filmando.
Pero incluso en este momento, luego que los investigadores revisaran resmas de documentos e incontables entrevistas, sigue habiendo un misterio sin resolver en el oscuro corazón de ese crimen: ¿por qué Versace? Qué fue lo que llevó a Cunanan a matar a un diseñador italiano que era la estrella más destacada de South Beach –y qué relación hubo entre ellos, si es que hubo alguna– sigue siendo tan enigmático en la actualidad como lo fue el 23 de julio de 1997, cuando Cunanan puso punto final a su propio drama dándose un tiro en la cabeza dentro de una casa flotante anclada junto a Collins Avenue.
No hubo interrogatorio. No hubo juicio. No quedó nada más que teorías.
“Fue uno de esos casos que se dan una vez en la vida, pero hasta el día de hoy no sabemos por qué pasó”, dijo Paul Marcus, detective retirado de Miami Beach que fue uno de los principales investigadores del caso. “Yo creo que Cunanan quería acabar su vida de un modo explosivo, y qué mejor modo de acabar su vida de un modo explosivo que matando a una figura internacional. Pero nunca vamos a saberlo. Nunca jamás”.
Celebridad de South Beach
Ya sea que actuó con frío cálculo o en un impulso al azar, Cunanan escogió al blanco perfecto: un miembro del jet-set internacional a quien le gustaba caminar por las calles de su ciudad adoptiva, relajado y sin escolta.
Oriundo de un poblado industrial italiano, Gianni Versace era hijo de una costurera y luego empezó a trabajar como comprador para su madre. Pero ya hacia la década de 1990, había construido un imperio con su estilo extravagante y se había elevado a las alturas de la fama de la moda que sólo requieren un solo nombre: Versace.
Ese nombre se hizo sinónimo de prendas de vestir vistosas, coloridas y caras, modelos superestrellas y la estética audaz del rock and roll.
Este estilo ostentoso encontró un hogar perfecto en South Beach a principios de los años 1990, cuando Versace compró y restauró la fastuosa mansión de Ocean Drive conocida como Casa Casuarina. Se convirtió pronto en punto fijo de la escena de South Beach, ayudando a transformar a Miami Beach de un villorrio sórdido y medio ruinoso al sexy lugar favorito de modelos y celebridades.
“Miami es cool. Miami es un lugar donde puedes ser tú mismo sin tener que andar corriendo”, dijo una vez Versace en una entrevista hecha por Charlie Rose. “En Milán, tienes que andar corriendo todos los días”.
Tal era su importancia cultural que, el día de su muerte, la revista Ocean Drive hizo algo que no volvería a repetir.
“Cuando él murió, nosotros sacamos una edición especial en 24 horas”, dijo el ex director de la revista, Jerry Powers. “Lo hicimos una vez, e imprimimos 50,000 ejemplares. Y se vendieron todos en un solo día”.
Llegado ese punto, el mundo ya conocía el nombre del asesino de Versace.
En busca de la buena vida
Andrew Cunanan era un hombre apuesto y delgado de 27 años del sur de California quien, al decir de todos, era un narcisista a todo dar que consideraba que el mundo le debía un estilo de vida lujoso y amantes mimosos que se lo pagaran.
Cunanan, quien se crió en una familia de clase media de buena posición, quería un estilo de vida más elevado, sacaba partido a la opulencia de sus amantes viejos y ricos, y compartía el dinero con sus amigos, por lo menos hasta que sus amantes se cansaban de él.
Cunanan era incapaz de amor y fantaseaba sobre ataduras y muertes durante el sexo, contó un amigo suyo a la policía. Sarcástico y siempre hablando en voz muy alta, Cunanan «se irritaba con facilidad por la falta de atención de sus amigos inconstantes», escribió un detective en un reporte.
En abril de 1997, tras decir a sus amigos que él «tenía asuntos que resolver», Cunanan se fue de viaje a Minnesota.
Durante los tres meses que siguieron –por razones que todavía no están claras– él asesinó a dos conocidos en Minneapolis, a uno de los cuales mató a golpes de martillo. Luego mató a un agente de bienes raíces en Chicago, degollándolo con una sierra y robándole su vehículo. Para evadir una creciente cacería humana por parte del FBI, Cunanan mató a tiros a un cuidador de un cementerio de Nueva Jersey para robarle una camioneta pick up Chevrolet roja.
Entonces, al timón de esa distintiva camioneta roja, se dirigió al sur de la Florida.
Escape de las redes
Los agentes del FBI continuaban aumentando las proporciones de la cacería humana, pero todavía nada de la escala a la que llegaría pronto.
De modo que cuando Cunanan llegó a Miami Beach, se perdieron algunas oportunidades que podrían haber alertado a las autoridades de que un asesino itinerante había llegado a la ciudad.
El 12 de mayo, tras haber robado una placa en Carolina del Sur para su camión, Cunanan, usando un seudónimo, alquiló un cuarto en el Normandy Plaza Hotel en North Beach, un hotelucho sórdido que alquilaba sus habitaciones a $36 por noche. Alrededor de un mes más tarde, Cunanan estacionó la camioneta Chevy roja robada con la placa robada dentro de un garaje municipal en 13th Street.
A fines de junio, el FBI había empezado a repartir volantes de “se busca” sobre Cunanan, centrándose sobre todo en Fort Lauderdale, con la creencia de que “él era miembro de una organización gay secreta cuya membresía estaba compuesta por hombres gays ricos”.
Antes del asesinato de Versace, solamente una estación de televisión, WSVN-7, sacó un reportaje advirtiendo que el posible destino de Cunanan podría ser el sur de la Florida. La historia salió al aire sólo después de que un reportero tropezara por casualidad con uno de los volantes del FBI.
En el Miami Herald solamente apareció una historia de cable sobre su recorrido sangriento por varios estados, la cual no mencionó en ningún momento las sospechas de los agentes federales de que él podría estar en camino a la Florida. Una nota subsiguiente citó a un agente del FBI que dijo que él podría haber salido clandestinamente del país. Luego, el FBI recibió críticas por su manejo inicial de la búsqueda de Cunanan, pero es imposible saber si una mayor publicidad podría haber salvado la vida de Versace.
No tuvo tiempo de ver a su asesino
En la mañana del 15 de julio de 1997, como él lo hacía a menudo, Versace fue caminando por Ocean Drive hasta el News Cafe para comprar periódicos italianos. A su regreso, alguien con una mochila y una gorra de béisbol de color oscuro iba caminando ágilmente detrás de él, hasta que Versace sacó sus llaves en la puerta de la mansión. Eran las 8:45 de una mañana cálida y soleada.
“Ese fue el momento en que él metió la mano en su mochila y apuntó con su pistola con el brazo bien estirado”, dijo un testigo clave a la policía. “Versace no tuvo tiempo de verlo o siquiera de darse la vuelta, porque todo pasó en cuestión de segundos. El apuntó con su pistola y disparó dos tiros, uno detrás del otro”.
Lázaro Quintana, amigo de Versace, estaba dentro de la residencia con el compañero de mucho tiempo de Versace, Antonio D’Amico, cuando sonaron los disparos. Quintana corrió afuera.
“Hijo de –”, gritó Quintana, y se lanzó en su persecución. Cunanan dobló en la calle 12 y luego se metió en un callejón hacia un estacionamiento, y finalmente se perdió de vista. La policía llegó en cuestión de segundos, y acordonó la escena mientras la magnitud de lo que había ocurrido se puso en claro.
Carlos Noriega, entonces teniente de la policía de Miami Beach dedicado a los crímenes violentos, estaba entrando al departamento de policía al mismo tiempo que un detective que él conocía salía del edificio.
“Me miró y me dijo: ‘Hoy yo no querría estar en tus zapatos’. Recuerdo esas palabras como si fuera ayer mismo”, dijo Noriega, quien es ahora el jefe de la policía en North Bay Village. “No fue hasta unos minutos más tarde que supe que Gianni Versace había sido muerto a tiros en la entrada de su casa».
Reporteros y vecinos curiosos acudieron en masa a la escena en menos de una hora. Al mismo tiempo que la policía de Miami Beach aumentaba sus esfuerzos, se convocó al FBI y al Departamento de Policía de la Florida.
La primera pista se supo de inmediato. Dentro del garaje del parque municipal en 13th Street, agentes encontraron en un montón la ropa que llevaba puesta el atacante al lado de la camioneta picup roja marca Chevy robada de Nueva Jersey. Pocas horas después del incidente, la policía supo que Cunanan era el principal sospechoso.
La caza había empezado.
Publicidad a nivel mundial
Los medios de prensa del mundo cayeron como aves de presa sobre Miami Beach, un espectáculo nunca visto antes en la ciudad. Los camiones de los noticieros de televisión se alinearon por todo Ocean Drive, y rodearon al departamento de policía 24 horas al día.
Ahora que la foto de Cunanan se transmitía constantemente al público, la cobertura incesante de los medios de prensa probablemente ayudó a que Cunanan se mantuviera escondido, pero también impidió que huyera de Miami Beach.
«Aunque Miami Beach era una ciudad internacional, en lo que se refiere a sus recursos policiales, todavía era un pueblo de campo», dijo el que era entonces su alcalde, Seymour Gelber, quien a menudo reportaba el estado de cosas a los periodistas antes que la policía.
El frenesí de la prensa en busca de noticias de última hora también molestó mucho a la policía, y con razón. Reporteros de la televisión registraron uno de los cuartos de Cunanan en el hotel antes de que llegara la policía; testigos dijeron a la policía que un productor de televisión había dado $20 a un empleado del hotel para que los dejara entrar al cuarto.
Los dolientes empezaron a comprar mercancía de marca Versace en cantidades récord. Cunanan podía andar vestido de mujer. El Miami Herald, el día antes de su captura, especuló que Cunanan podría estar refugiado entre la población de desamparados, haber escapado a los Everglades, haberse «metido de polizón en un carguero herrumbroso con rumbo a Haití»… o que podría haber encontrado refugio en una casa flotante.
Los medios de prensa analizaron cada detalle de la vida de Cunanan, e incluso localizaron a su padre en Filipinas (él se negó a admitir que su hijo fuera gay o que fuera un asesino). Ex especialistas en perfiles criminales del FBI debatieron en público si Cunanan era un asesino “itinerante” o un asesino “en serie”.
Una bala, cero explicaciones
Al final, el paradero de Cunanan no resultó descubierto por la policía, sino por el encargado de la casa flotante, Fernando Carreira. En la tarde del 23 de julio, él llamó a la policía para reportar que había un intruso en el segundo piso de la casa flotante, y que había escuchado un disparo.
De nuevo, la policía y los periodistas acudieron a todo correr a la escena del crimen.
Tirado en una cama en el piso superior estaba Cunanan, con una pistola sobre su estómago y una herida de bala autoinfligida en la cabeza. La noticia recorrió el globo, aunque no sin tropiezos; un portavoz de la policía de Miami Beach dijo por error a la prensa que no se había encontrado nada.
No quedó duda alguna. Un experto en huellas digitales confirmó que el cadáver era el de Cunanan. La pistola calibre 0.40 era la que él había robado a su primera víctima en Minnesota, y la misma que había usado para ejecutar a Versace.
Pero Cunanan no dejó nota alguna; solamente preguntas sin respuesta.
Sigue siendo un misterio cuáles fueron los factores que lo lanzaron a una ola de crímenes. Algunas fuentes noticiosas especularon que era posible que se hubiera enterado de que tenía el virus del sida, pero eso probó ser falso después de su muerte.
Tal vez, especularon algunos psicólogos, Cunanan era un asesino patológico que simplemente quería ser famoso, y matar a alguien que ya fuera famoso podría asegurarlo.
Noriega, el entonces teniente de la policía de Miami Beach, tiene su propia teoría, una que no está basada en pruebas que alguien haya encontrado en el caso, sino en los motivos que provocan los asesinatos cotidianos.
“Mientras más lo pienso, más creo que había algún tipo de conexión entre ellos dos”, dijo. “Fue un homicidio demasiado bien planeado para que no hubiera algo personal”.