El olfato periodístico. Esta virtud de los periodistas José Manuel Reverón y Harold Abueta, fue todo cuanto destapó el escándalo de Agro Ingreso Seguro en el año 2009. Sin embargo, todo empezó un año atrás cuando Reverón comenzó a seguirle la pista a las convocatorias de los 10 segmentos que hacían parte del programa estrella del Ministerio de Agricultura. Incluso, el periodista entrevistó en ese entonces al ministro Andrés Felipe Arias y a su viceministro Juan Camilo Salazar para saber en qué iban las convocatorias y cómo se estaba realizando el proceso que había arrancado meses atrás. En aquel 2008, Reverón realizó una solicitud para ver quiénes habían sido las personas beneficiadas con los primeros subsidios. Tras la salida de Arias del ministerio con la ilusión de llegar a ser el sucesor de Álvaro Uribe en la Presidencia, Reverón siguió su ardua investigación pero con otra pregunta más: ¿cómo se financiaría la campaña de un exministro tan joven y conocido solo en Antioquía?
En efecto, los distritos de riego y drenaje subsidiados se encontraban en la Costa, pero además, tenían casi que la misma dirección que aportaba otro beneficiario, quien para ese momento tenía un nombre poco conocido: Juan Manuel Dávila Fernández de Soto. El internet es el mejor invento del mundo, bastaron pocos segundos tras googlear estos dos nombres juntos para que apareciera una foto de los dos en una revista de vanidades, la cual confirmaba un próspero noviazgo de una pareja hermosamente perfecta.
De lado quedaría el nombre de Valerie, que solo era la punta de aquel iceberg maloliente que había que sacar a flote. Al seguir leyendo las casillas siguientes con los nombres, las cédulas, los distritos de riego y el monto de los beneficios, descubrieron un dato más sorprendente: la familia del novio de Valerie, los Dávila Fernández de Soto, habían sido merecedores de más de 2.200 millones de pesos para riego y drenaje en Algarrobo, Magdalena.
Pararon lectura. Abueta se fue a buscar el teléfono de Valerie para preguntar por lo hallado, pero la actriz nunca contestó. También para averiguar entre sus amistades, desde cuando a esta bella mujer le había picado el bicho de convertirse en empresaria agrícola. Reverón indagó sobre los Dávila, para ver si eran gente de clase media o, quien podría decir que no, una familia de escasos recursos con un hijo tan interesante como para conquistar a una reina. Verificar si era una familias humilde, porque para eso se había creado el plan de Agro Ingreso Seguro, para apoyar a los pobres del campo colombiano.
Nada de eso encontraron. A los amigos y amigas de Valerie les parecía rara la información. Por su lado los Dávila Fernández de Soto, eran una familia potentada que habían adquirido unas décadas atrás fanegadas de tierra en el departamento del Magdalena. A renglón seguido los periodistas se encontraron con otros apellidos pomposos los cuales aclararían las sospechas de que el Estado había subsidiado a los ricos de este país. Sardi, Lacouture Pinedo, Villamizar y Lacouture Dangond, aparecían en los listados.
Riego de dineros públicos, se tituló el primer artículo que apareció en la Revista Cambio, trabajo autorizado por su director Rodrigo Pardo y minuciosamente revisado por su editora María Elvira Samper. Con la publicación en las calles y en poder de otros medios, el primero en resaltar la investigación fue Julio Sánchez Cristo en la emisora La W. Como aceite en sartén caliente, la noticia se regó en televisión, prensa nacional y prensa regional. Pocos meses antes de aquella revelación, Andrés Felipe Arias había dejado el cargo y en su remplazo Álvaro Uribe había nombrado a Andrés Fernández, quien había sido la mano derecha de Arias. Curiosamente, el nuevo ministro para apaciguar los ánimos, no dudo en invitar a periodistas a una correría por las zonas babaneras del Urabá, para ver los supuestos beneficios de Agro Ingreso Seguro. Sin embargo, Reverón y Abueta no se subieron en ese avión y con los escasos recursos que ya para esos días había en la Revista Cambio, tomaron camino hacia Santa Marta para buscar de primera mano los registros de las empresas de las potentadas familias que el Estado se afanó en subsidiar.
Con cámaras de comercio en mano, las cuales daban las direcciones exactas de los predios y por tal de los distritos de riego subsidiados, los dos periodistas tomaron carretera para adentrarse en las mesetas aledañas de la Sierra Nevada de Santa Marta. Preguntaron por las tierras de un joven llamado Juan Manuel Dávila, pero una campesina de la región, mientras jugaba dómino, les contestó de manera seca y certera: “serán las tierras de don Juan Manuel, el papá del joven Juan”. De camino a la casa principal de la finca Campo Grande, Reverón y Abueta comenzaron a seguir con la mirada interminables extensiones de tierra sembradas con palma de aceite. Aquel producto del que se deriva biocombustible, lubricantes y los acetites que hoy se utilizan en la mayoría de cocinas del mundo.
Campo Alegre y La Faena, fincas del suegro de Valeríe Domínguez Tarud, quedaban situadas en el corazón de Algaborro, unas 1500 hectáreas que había que alquilar un helicóptero para fotografiarlas completas desde el aire. Pero los periodistas se dieron las mañas y retrataron las principales partes de la inmensa extensión de tierra de los Dávila. Pronto en medio de la reportería encontraron al mayordomo de La Faena, quien les contó que tiempo atrás se habían instalado los distritos de riego, que el joven Juan no iba mucho a esas tierras y que jamás en la vida habían visto por ahí a la protagonista de El último matrimonio feliz.
Con dicha reportería de la cual hasta plata pusieron para los pasajes los propios periodistas, pues la Revista Cambio de tantas denuncias había sido objeto de reajustes presupuestales por parte de la Casa Editorial El Tiempo, Reverón y Abueta regresaron a Bogotá para encontrar la nuez del asunto: ¿qué dependencia daba el visto bueno para la adjudicación final de los subsidios?
La decisión la tomaba, después de varios “estudios”, el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), un organismo de la OEA. Como el que busca encuentra, los reporteros lograron establecer que el hombre que representaba al Ministerio de Agricultura en el IICA, quien tenía acceso a todos los estudios de Agro Ingreso Seguro era el ingeniero civil Carlos Manuel Polo, quien nunca negó que su entrada al ministerio había sido gestionada por la familia Vives, gente que también había terminado subsidiada por Agro Ingreso Seguro.
Acto seguido, ahí mismo, en las impenetrables oficinas del IICA, que quedaban en la Universidad Nacional, Reverón y Abueta solicitaron entrevistar al coordinador general del programa de Agro Ingreso Seguro. Éste los llevó al archivo para mostrarles algunos casos, pero con el olfato de ratones que cazan ratas, los periodistas de la Revista Cambio, solicitaron que les mostrara el folder que contenía la documentación con la que Valerie Domínguez Tarud se había ganado el derecho a un subsidio de más de 300 millones de pesos. Llegaron a la nuez del asunto: los folios daban cuenta que la exreina había arrendado un par de hectáreas de la familia Dávila por el irrisorio monto de un millón de pesos. Así mismo, se había solicitado el subsidio para el drenaje y riego de ese cuadrante, por lo cual recibió 306 millones de pesos del Estado.
Todo estaba resuelto, la familia Dávila había parcelado sus tierras para beneficiarse de los subsidios que por derecho le pertenecían a los campesinos pobres de Colombia. De ahí en adelante la justicia habría de descubrir un entramado de entuertos que terminaban por engordar las cuentas de las familias que a la postre y en agradecimiento al gran hombre del ministerio, le responderían con financiarle la campaña para ponerlo de Presidente.
Esta semana la Corte Suprema de Justicia le dio la razón a José Manuel Reverón y a Harold Abueta, quienes habían sido vilipendiados por cierto sector del uribismo, acusándolos de perseguir al exministro Andrés Felipe Arias. Pero nada más lejos de la realidad, los reporteros tan solo se encargaron de hacer su trabajo, revelar que el novio de la reina había querido hacerla posar de peón para ganar una partida de ajedrez que terminó por hacer huir del país a un rey en desgracia llamado Andrés Felipe Arias.
Por @PachoEscobar
Publicado originalmente el 18 de julio de 2014