Las aerolíneas estadounidenses que permiten tener sexo en las alturas

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Las aerolíneas estadounidenses que permiten tener sexo en las alturas
Algunos quieren unirse al «Club de la milla de altura» cuando viajan en aviones de línea
La idea del sexo en las nubes ha inspirado fantasías desde el comienzo de la era de la aviación.

Muchos aspiran a ser integrantes de lo que coloquialmente se conoce en inglés como el Mile High Club («el club de la milla de altura»), el galardón imaginario otorgado a quienes han tenido relaciones íntimas a bordo de un avión de línea.
Por ello, no extraña del todo que algunas empresas estadounidenses estén buscando explotar este particular mercado.
David MacDonald es el dueño de Flamingo Air, una aerolínea de vuelos charter basada en Cincinnati.
«Por US$495 te damos a ti y a tu pareja un vuelo de una hora en una avioneta privada, con cortinas separándote del piloto», le dice a BBC Mundo.
«Retiramos la fila central de asientos y llenamos el espacio con cojines. El precio incluye además champaña y chocolates. Es algo especial para hacer con alguien especial».
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Más romance que sexo
El dueño de Flamingo Air, que lleva ofreciendo estos vuelos desde 1991, asegura que el secreto para tener éxito en promocionar los vuelos está en hacer énfasis en el romance, no en el sexo.
Las personas aquí son muy conservadoras cuando hay gente mirándolas. Pero basta que cierres la puerta, y todo cambia
David MacDonald, Flamingo Air
Getty
«Hemos encontrado que este es un mercado estrictamente femenino. Hemos volado miles de estos vuelos, y excepto en unos diez casos, son las mujeres las que hacen las reservaciones. Y a las mujeres les gusta el romance», alega.
Lo que ayuda a explicar el más bien recatado nombre de Vuelos Románticos con el que su publicidad se refiere al servicio que ofrecen.
No todos piensan así. Otra aerolínea competidora, basada en Las Vegas, se llama «Love Cloud» («La nube del amor») y en su sitio web explícitamente ofrecen un «Vuelo del Club de la Milla de Altura».
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Más allá de las dudas
Pero, discretos o no, nadie tiene dudas de lo que pasa allá arriba.
«En su mayoría nuestros clientes son parejas de 35 a 65 años de edad. Aunque de vez en cuando nos contratan tríos»,
Los vuelos de Flamingo Air incluyen champaña y chocolates
El equipaje que llevan al vuelo puede ser singular. «Recuerdo el de una pareja sadomasoquista», asegura.
El empresario cuenta que entre los que les envían clientes hay consejeros matrimoniales, incluyendo varios afiliados a organizaciones religiosas, quienes le recomiendan a parejas en dificultades darse el gusto de viajar con esta peculiar aerolínea.
«Le ponemos algo de picante a la relación», asegura.
Aunque también menciona que en ocasiones el acompañante de sus clientas casadas no es necesariamente el marido.
«Nos preciamos mucho de nuestra discreción», aclara McDonald en conversación telefónica con BBC Mundo.
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Un mercado por temporadas
Flamingo Air realiza unos tres vuelos por semana.
Pero alrededor de la época de la fiesta de San Valentín, el día de los enamorados según la tradición estadounidense, pueden llegar a diez al día.
El romanticismo de la cabina de un avión.
MacDonald suena como un hombre que se divierte con su negocio. Y asegura haber hecho feliz a mucha gente.
Celebran aniversarios, compromisos, e incluso han tenido tres matrimonios a bordo de sus aviones.
«¡Pero no se consumaron!», exclama de repente. «Recuerde que el sacerdote todavía estaba a bordo».
Las apariencias
Por lo general, insiste, sus clientes son gente normal, tranquila y más bien tradicional, que de vez en cuando quieren «lanzar una cana al aire».

¿El mejor lugar para echar una cana al aire?
«Soy un emprendedor. Siempre me ha gustado la aviación, y en este negocio no pasa mucho tiempo antes que alguien mencione el tema del sexo en las alturas», le confiesa a BBC Mundo.
«Todo empezó cuando estaba hablando con unos amigos de la industria, y efectivamente llegamos a ese tema. Dije entonces que apostaba a que podría montar un negocio en torno a eso. Pero mis colegas decían que nunca lo lograría. Que esta era una ciudad muy conservadora», exclama a carcajadas.
«Y 26 años después sigo en ello. Las personas aquí son muy conservadoras cuando hay gente mirándolas. Pero basta que cierres la puerta, y todo cambia», sentencia MacDonald.

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